Se acabaron las clases y familias inmigrantes en NY enfrentan verano de incertidumbre
Cuando Damien Carchipulla comenzó su primer año escolar en la ciudad de Nueva York, en septiembre, la familia del niño de primer grado vivía en un hotel de Manhattan para familias inmigrantes.
En los 10 meses transcurridos desde entonces, la familia de cuatro miembros, procedente de Ecuador, se ha mudado de albergue tres veces bajo una política impuesta en el otoño por el alcalde Eric Adams que limita la cantidad de días que los inmigrantes pueden permanecer en un solo lugar. Cada 60 días deben renunciar a sus camas de albergue y volver a solicitar vivienda o abandonar el sistema.
Dado que se avecina una cuarta mudanza en cuestión de semanas, la madre de Damien, Kimberly Carchipulla, espera que la familia no se aleje demasiado de la escuela del niño de 6 años en Harlem, pues su hijo asistirá a un programa de verano a partir de julio.
“Ha cambiado mucho porque se pusieron nuevas leyes”, dijo Carchipulla un día, cuando recogía a Damien después de la escuela. “Como aún vivimos en los albergues nos toca cambiar cada dos meses”.
El año escolar en la ciudad de Nueva York terminó el miércoles, pero para miles de familias migrantes continúa el traslado de refugio en refugio. Con esto vienen las preocupaciones sobre cómo afrontarán las necesidades educativas de sus hijos, tanto este verano como el próximo año escolar.
“Estas familias ya lidiaban con muchos traumas, lo que afectaba la asistencia de sus hijos a la escuela y su capacidad para participar una vez que estaban allí”, dijo Sarah Jonas, vicepresidenta de Children’s Aid, una organización sin fines de lucro que brinda tutoría, servicios de salud y programas extraescolares en las escuelas de la ciudad. “Con esa carga adicional de la regla de los 60 días, hemos visto aún más disrupción para nuestras familias al recibir estos avisos de desalojo y toda la ansiedad que eso conlleva”.
Al igual que los Carchipulla, la mayoría de las familias optó por permanecer en la misma escuela durante todo el año, incluso si fueron reasignados a albergues en otra parte de la ciudad. Para muchos, eso significó viajes más largos y complejos, lo que causó que los niños se sintieran agotados incluso antes que iniciara el día escolar.
El ausentismo también aumentó, ya que a los padres se les dificultaba llevar a sus hijos a la escuela a tiempo.
Carchipulla, quien tiene 23 años, cuenta a su familia entre los afortunados: Las tres mudanzas que hicieron durante el año escolar fueron a otros hoteles del centro de Manhattan, por lo que el traslado diario de su hijo permaneció relativamente igual.
Para los nietos de Rosie Arias, las mudanzas fueron más disruptivas.
La ecuatoriana de 55 años dijo que su hija llegó en enero con su hijo de 10 años y su hija de 8. Inmediatamente les asignaron un refugio y los matricularon en una escuela local donde muchos hablaban español.
Pero cuando se les acabaron los 60 días, tuvieron que mudarse a otro albergue y transferirse a otra escuela, dijo Arias. Luego, cuando la familia consiguió su propio apartamento en Brooklyn, los niños tuvieron que cambiar de escuela otra vez, ahora a una más pequeña donde pocos hablaban español.
“Como abuelita me siento un poco preocupada porque los niños no quieren asistir, pero el miedo de ellos es porque no se están adaptando por el idioma. No quieren asistir porque no tienen compañeros en el grado”, dijo Arias.
Los funcionarios escolares no tenían un recuento final de cuántos estudiantes migrantes se vieron afectados por la imposición de límites de tiempo en los albergues.
Hasta la primera semana de mayo, el 44% de los estudiantes inmigrantes había permanecido en el mismo refugio y en la misma escuela desde el 14 de febrero, según Tamara Mair, una directora sénior del Proyecto Open Arms, el programa del distrito que apoya a los solicitantes de asilo y otros estudiantes nuevos en viviendas temporales.
Otro 40% de los estudiantes migrantes se mudaron de albergue, pero permanecieron matriculados en la misma escuela, mientras que el 4% se mudó tanto de escuela como de refugio, dijo. Aproximadamente el 10% abandonó por completo el sistema escolar, y la “gran mayoría” de ellos dejó los estudios porque se fueron de la ciudad.
Los funcionarios del distrito mantendrán un monitoreo de las familias migrantes en los albergues durante el verano, dijo Mair.
“Lo único que queremos que siga siendo constante para nuestros niños es la escuela”, dijo. “Pero también queremos apoyar a nuestras familias en sus decisiones, porque las familias tienen derecho a permanecer en su escuela o podrían optar por ir a una nueva escuela más cercana a su nuevo lugar de residencia”.
Adams, un demócrata, instituyó límites a la permanencia en los refugios para alentar a las familias inmigrantes a abandonar el sistema de albergue de emergencia de la ciudad, que incluye lugares con tiendas de campaña enormes y hoteles reconvertidos que se han abarrotado con miles de recién llegados a Estados Unidos.
Durante el verano, es necesario hacer más para preparar a las familias recién llegadas para el próximo año escolar, dicen los defensores de los inmigrantes.
Eso incluye un mejor acercamiento con los padres inmigrantes y una mayor inversión en servicios de traducción, dijo Liza Schwartzwald, directora de la New York Immigration Coalition.
Las escuelas también necesitan más especialistas para evaluar y ayudar a que los estudiantes migrantes alcancen el nivel del grado correspondiente a su edad en sus estudios, dijo Natasha Quiroga, directora de política educativa en el Center for New York City Affairs, de la universidad The New School.
La madre de Damien Carchipulla se mantiene optimista sobre el futuro de su hijo.
Con el tiempo, dijo, la familia espera ahorrar suficiente dinero para tener su propia vivienda, tal vez en Queens, donde su esposo recientemente encontró un trabajo estable.
“Hablando con la maestra dice que está bien, él capta, el aprende algo muy rápido y todo”, dijo Kim Carchipulla sobre su hijo.
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